HISTORIA DEL MASTIN DEL PIRINEO

Texto: Pedro Ruiz Dorado
Fotos: Rafael Malo Alcrudo


El origen del Mastín del Pirineo se pierden en la noche de los tiempos, y su existencia estuvo unida durante siglos al ganado lanar como ente indivisible en la explotación de los recursos ganaderos.

La peninsula Ibérica durante siglos fue invadida por celtas, iberos, fenicios, griegos, cartagineses, romanos y visigodos, que fueron aportando al patrimonio cinófilo nacional una gran variedad de sujetos, que la propia selección guiada por la mano del hombre convirtió en agrupaciones raciales de mayor o menor homogeneidad, y en alguna de ellas estuvo la génesis de nuestro Mastín del Pirineo.

España fue la mayor potencia económica y militar durante los siglos XVI y XVII, añadiendo a ello una riqueza canina envidiable. Razas de prestigo mundial como setters, pointers, epagneul, caniches, perros de presa, perros de toros, y otras como dogos, san bernardos o mastiff ingleses, han recibido aportaciones de sangre de perros españoles.

En los Pirineos meridionales, en la vertiente española, de donde es autóctono el Mastín del Pirineo, se seleccionó un perro poderoso, valiente y de gran alzada, para la guarda y defensa del ganado lanar, estante o trashumante, frente a los ataques del lobo y los ladrones de ganado.

El Mastín del Pirineo es de ascendencia mesetaria, emparentado más con el Mastín Español, con el que comparte básicamente el patrón racial o estándar, con pequeños matices, (longitud de pelo, color, proporciones craneales ...) que con el perro francés, más en línea con otras razas de guarda de Europa central.

Hasta bien entrada la década de los años 70 del pasado siglo, debido a la falta de interés por la cinofília de las autoridades españolas, se vio sometido al olvido más absoluto, confundiendolo a menudo en los documentos gráficos con el perro francés Montaña de los Pirineos, de menor tamaño, esqueleto más liviano, menor molosidad, cabeza más ligera y aspecto más refinado y elegante, que contrasta con la mayor talla y corpulencia del Mastín del Pirineo, de aspecto rústico, esqueleto potente, fuerte musculatura, huesos de gran calibre y cabeza fuerte y poderosa.

Su utilidad como perro protector de ganados frente al ataque de lobos y cuatreros era primordial. El pastor introducía al mastín en el rebaño cuando éste era aún un cachorro. De este modo se creaba una simbiosis perro-rebaño perpetua. Allí el cachorrito encontraba protección y abrigo, crecía, se hacía fuerte, y núnca lo abandonaba en los momentos de peligro, el rebaño era su madre, al que tenía que defender co nsu vida.

Los rebaños se organizaban en función del número de individuos. Para un rebaño de mil cabezas, eran necesiros cuatro o cinco mastines que recibian la misma ración de comida que los pastores. Para la guía y el gobierno del rebaño estaban los "careas", perros de menor tamaño y encargados de guiar el ganado para que no invadiera las plantaciones agrícolas ajenas.

Los mastines se desplazaban a modo de batidores a los flancos del rebaño, atentos a la menor señal de peligro o a la voz del pastor. Bastaba su imponente presencia para que cualquier enemigo valorara los riegos de llevar adelante su empresa. Para ello, los pastores cuando intuían peligro, armaban a los mastines con un collar de púas de acero llamado "carlanca", que les protegía el cuello de las posibles dentelladas del lobo.

Antes de la desaparición del lobo en los Pirineos (actualmente ha vuelto a su medio gracias a la iniciativa de varios naturalistas), España había sufrido la Guerra Civil, 1936-1939. Finalizada ésta, la población se vio castigada por la miseria y el hambre, la ganadería estaba abandonada, y el Mastín del Pirineo había perdido su empleo. No tenía sentido mantener unos perros que comían mucho y tenían poca utilidad, su función primigenía había desaparecido, y la falta de interés por conservalo hizo el resto. Sólo un puñado de ganaderos los mantuvo en sus fincas, cruzandose entre ellos sin ningún control y elevando de modo alarmante los índices de consanguinidad. El patrimonio genético de la raza estaba en ruinas.

Un grupo de aficionados a las raza autóctonas, sin más ayuda que sus propios medios, emprendieron a mediados de los años 70 la apasionante tarea de "recuperar" la raza, no de "reconstruir", que son conceptos diferentes. En este proceso no intervinieron otras razas afines o molosoides tipo montaña, de ahí mi matización de la palabra "recuperación". Para ello, recorrieron pueblos, montes y casas de ganaderos, tratando de encontrar los mejores ejemplares para iniciar la labor de recuperación del gigante aragonés o mostin, como se le conoce en Aragón.

Con la fundación del Club del Mastin del Pirineo de España en el año 1977, que aglutinó a criadores y aficionados de la época, se trazarón las lineas maestras para alcanzar el objetivo de conseguir el Mastín del Pirineo que los más veteranos del club (había socios con más de ochenta años de edad), habían conocido en su juventud.

Actualmente su prestigio como raza está reconocida a nivel mundial, siendo una raza reconocida y respetada. Existen diversos clubes dedicados a ella en Suecia, Noruega, Finlandia, Alemania, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda, Italia, Francia, Portugal, República Checa, Estados Unidos y Australia.

Su impresionante aspecto y su excelente carácter están haciendo que nuestra raza sea cada día más apreciada fuera de España y que el prestigio del Mastin del Pirineo crezca constantemente en cuantos países es introducido.

Los aficionados que se sienten atraídos por la belleza del "mostin" buscan un perro de raza gigante, de carácter equilibrado, aspecto disuasorio para la guarda de sus propiedades, manso y noble con la familia y de una paciencia infinita con los niños a quienes protegerá de modo especial, a pesar de que estos le sometan a toda clase de juegos y humillaciones. La única defensa de la que hará gala el pobre mártir canino será alejarse unos pasos de ellos, pero jamás tendrá una reacción reprobable. Esta es su raza.